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Carlos Jair Guazá Caicedo, fundador de Asociación Titanio en 2003 en pro de los jóvenes de Marroquín I, logró beca para estudiar administración de empresas.
Icesi tiene este semestre 1.425 becarios (41% de su población estudiantil), beneficiarios de otros programas como Icesos, Icesi-Axes, a la Excelencia, para los primeros 20 de las Pruebas Saber 11 y las becas de honor con el 50% a los sobresalientes.
Tiene otros becarios como Plan Conexión U, con Gases de Occidente, con Fundación Belcorp, para los hijos de empleados de Tecnoquímicas y de Mayaguez.
Yeraldine, Jennifer, Andrés Camilo y Ximena no se conocían, pero gracias a su liderazgo los une el ser becarios de Manos Visibles e Icesi.
Tomado de :http://www.elpais.com.co/elpais/cali/noticias/lideres-comunitarios-cali-fueron-becados-para-cursar-universidad
Líderes comunitarios de la capital
del Valle que no tuvieron acceso a la educación superior, fueron becados
por Manos Visibles y la Icesi. De Aguablanca y Siloé a Pance.
Por: Alda Mera | Reportera El País Viernes, Septiembre 7, 2012
Dato clave Becarios
Diana Sofía Tróchez C., de 18 años, del barrio Alfonso Bonilla Aragón, estudia sociología por MV por su labor con más jóvenes en Corporación Don Bosco.Carlos Jair Guazá Caicedo, fundador de Asociación Titanio en 2003 en pro de los jóvenes de Marroquín I, logró beca para estudiar administración de empresas.
Icesi tiene este semestre 1.425 becarios (41% de su población estudiantil), beneficiarios de otros programas como Icesos, Icesi-Axes, a la Excelencia, para los primeros 20 de las Pruebas Saber 11 y las becas de honor con el 50% a los sobresalientes.
Tiene otros becarios como Plan Conexión U, con Gases de Occidente, con Fundación Belcorp, para los hijos de empleados de Tecnoquímicas y de Mayaguez.
Yeraldine, Jennifer, Andrés Camilo y Ximena no se conocían, pero gracias a su liderazgo los une el ser becarios de Manos Visibles e Icesi.
Aymer Álvarez | El País
Con los que me crié, pocos quedan ya: muchos están bajo tierra y
otros en la cárcel. Ellos buscan salir adelante, pero con malos pasos y
así no es; para sobresalir uno tiene que ser es el mejor.
No son palabras de un hombre maduro. Son las de Andrés Camilo
Bermúdez Hernández, de 18 años, ‘un niño bien’ en valores y en
principios del barrio El Diamante, mientras desplega en su portátil
los ‘traillers’ con los que la Fundación Fuego pa’l Barrio
sensibiliza a niños y jóvenes en prevención de la drogadicción y el
pandillaje.
El rapero Carlitos Way, creador de Fuego pa’l Barrio, vio a Andrés
Camilo editar un video para el colegio. “A usted lo necesitamos en la
Fundación para que nos ayude a difundir lo que hacemos”, le dijo. Allá
llegó el bachiller sin opción de ir a la U, pero con sus deseos de
ayudar los apoyó creando espacios musicales “para que los jóvenes
conozcan de Dios y no malos caminos, o se rehabiliten y sean útiles a
la sociedad”, dice y señala en pantalla a alguien de camiseta
roja: “El ya es finado, él ya murió”.
Andrés Camilo agradece que sus padres lo criaron en la fe en Dios
de la iglesia Misión Vida Internacional. Y a una profesora del
colegio que lo llevó a varias universidades, pero a él le gustó la Icesi y estudiar Diseño de Medios Interactivos. Un imposible para el hijo de un trabajador de mantenimiento de piscinas y una ama de casa que se ayudaba con las ventas por catálogo.
colegio que lo llevó a varias universidades, pero a él le gustó la Icesi y estudiar Diseño de Medios Interactivos. Un imposible para el hijo de un trabajador de mantenimiento de piscinas y una ama de casa que se ayudaba con las ventas por catálogo.
El trabajo desinteresado por los demás fue su pasaporte a la Icesi.
Era un requisito para acceder a una beca de Manos Visibles (MV), Ong
que apoya a líderes comunitarios que ayudan a jóvenes en condiciones
de vulnerabilidad.
Luego de pasar la entrevista de admisión en la Icesi, recibió una
visita domiciliaria de Patricia (Álvarez, gerente social de MV),
una señora muy amable a quien sólo vio una vez en su vida, pero que siempre le dijo que confiara en Dios, que tendría su beca.
una señora muy amable a quien sólo vio una vez en su vida, pero que siempre le dijo que confiara en Dios, que tendría su beca.
Yeraldín González Henao es la niña de banderita en el pecho. En el
colegio Carlos Holguín Mallarino se ganaba todas las medallas. Pero a
la vez tuvo que soportar las burlas porque sus padres iban a dejarla y a
recogerla.
“Fue difícil aguantar los chistes, pero yo veía peladitos que les
pedían a sus padres que no fueran por ellos y después los usaban para
vueltas o terminaban en cuentos, o las niñas aparecían embarazadas o se
iban a vivir con cualquiera”, dice la joven. Y mientras los
chiquillos de su cuadra comenzaron a cambiar, andaban en pandillas o
fumaban cosas raras, temprano ella comprendió que su vida sería
diferente si ella sabía elegir.
Y eligió seguir bajo el consejo de sus padres. “Para ir de mi casa
en el barrio Mojica al colegio tenía que pasar por La Colonia
Nariñense, y aún acompañada, nos atracó un hombre con una navaja
oxidada, mi mamá lo enfrentó con la sombrilla, pero él le dijo: ‘si no
te mata la herida te mata la infección’”, dice.
Sobrevivir a los riesgos de su entorno lo atribuye a que fue criada
en los valores de la fe cristiana por sus padres y con la filosofía de
que “si los demás hacen las cosas bien, yo las debo hacer
superhipermegaexcelente”, dice.
Por eso, para ella y demás becarios, no es problema que sus días
empiecen a las 4:30 de la madrugada, tomar el MÍO a las 5:30 para
llegar a clase de 7:00 de la mañana en Pance, en el otro polo de la
ciudad... y de contexto. “Conozco a una persona que iba a pie desde
Siloé a la Universidad del Valle a estudiar –dice–; llevaba sábana y dormía allá porque no tenía para el bus y desayunaba con mango viche, entonces, ¿por qué madrugar va a ser un problema?
Siloé a la Universidad del Valle a estudiar –dice–; llevaba sábana y dormía allá porque no tenía para el bus y desayunaba con mango viche, entonces, ¿por qué madrugar va a ser un problema?
Así habla Yeraldine, de 17 años, única mujer entre 40 primíparos de
ingeniería de sistemas de la Icesi, becada por MV. Porque siempre fue
una chica que va a la búsqueda. En vacaciones estudiaba inglés,
office, manualidades en fomi, manicure... y a los 12 años ya era
asistente de niños en la Fundación Paz y Bien, del Distrito de
Aguablanca. Esa capacidad para darse y no pedir, pese a las carencias,
la hicieron postulable por Paz y Bien para la beca de Manos Visibles.
“La oferta me sonó mágica, porque siempre que iban con esas
promesas, no salían con nada”, dice. Pero tras un largo proceso de
documentos y entrevistas, la señora Patricia le hizo la visita
domiciliaria. “Ella me habló con mucha propiedad: ‘usted ya tiene el
80%, solo falta el 20%, confíe en Dios que esa beca es suya’. Eso me
marcó mucho”, cuenta.
Pasó un mes y medio de incertidumbre. Salvo el aviso premonitorio de
su mamá: ‘Vas a estudiar en la mejor universidad’. “Y un día abrí
el correo y leí: ‘admitida’; quedé momificada ante el computador y mi
mamá desecha en llanto y aquí estoy viviendo mi sueño’.
Sueño que sólo nubla el saber que la señora Patricia murió hace 20
días en Bogotá, sede de MV. “Era una mujer íntegra, de una energía y
un potencial física y espiritual. La vi sólo esa vez, pero me marcó
profundamente”, dice.
Jennifer Silva Jaramillo tiene 25 años y trayectoria de adulto
trabajando con jóvenes. Empezó dando talleres sobre identidad de género
con la Defensoría del Pueblo y la ONG Lesbianópolis. Les hablaba a las
chicas de la degradación de la mujer en las letras del reggaetón.
“En un evento en la Comuna 13, una chica empezó a llorar diciendo
que ella no tenía paraíso. Se refería a que no tenía senos y por eso la
molestaban y que el reggaetón era el medio para integrarse. Esas son
vivencias muy fuertes que lo motivan a uno”, dice Jennifer que vive en
Siloé con su papá y familiares paternos.
Por ese activismo, la Asociación de Jóvenes Mediadores, Asojóvenes,
la convocó a trabajar en derechos humanos, derecho internacional
humanitario, convivencia y paz en los colegios de Cali y de cuatro
municipios del Valle, en un proyecto solventado por la ONG Civis, de
Suecia. Y la invitó a aplicar para la beca de Manos Visibles.
Para la alumna de Ciencias Políticas, lo más difícil fue volver a
estudiar tras ocho años alejada de la actividad académica. Es buena
lectora, pero ahora le toca leer uno o dos libros a la semana, la
estresa pensar en el primer parcial, la clase de lógica le pareció
difícil, pero ahora le gusta igual que introducción a la ciencia
política, pensamiento social moderno, comunicación oral y escrita...
“La gente cree que uno quiere ser político”, dice. “Pero me veo
trabajando en una ONG internacional, ojalá en la ONU”, dice esta joven
que tampoco comprende cómo la señora Patricia, que subió a pie las
escalas para hacerle la visita domiciliaria en lo alto de Cuatro
Esquinas, en Siloé, haya fallecido, días después. “No entendía, si días antes se veía tan bien; fue muy triste porque sé que fue la última persona que influyó para que la última beca disponible me la dieran a mí”.
Esquinas, en Siloé, haya fallecido, días después. “No entendía, si días antes se veía tan bien; fue muy triste porque sé que fue la última persona que influyó para que la última beca disponible me la dieran a mí”.
Ximena Mosquera González sacó 361 puntos en el Icfes. Un puntaje de
oro para ingresar a cualquier universidad. Sólo que es de 2001 y cada
que intentaba aplicar, surgía “una desgracia”, según la gente, o mejor,
una experiencia “para volverme más fuerte en la vida”, dice ella.
Su sonrisa blanca y amplia y su mirada vivaz no revelan que su
sueño se fue aplazando por falta de dinero, y cuando ya ahorró, en 2006
su padre murió al caer de un andamio, en 2007 un cáncer terminal se
llevó a su mamá y luego su única hermana quedó en embarazo.
Ximena, quien desde los 13 años trabajó de niñera o ayudaba a su
mamá a laborar en oficios domésticos, no tuvo problema en asumir la
responsabilidad del hogar. Incluida la citación del Municipio para que
pagara el lote donde vivían en el barrio Alirio Mora Beltrán.
“Mi mamá siempre creyó que ese lote era regalado del Gobierno, pero
cuando aprendí a leer, vi que los papeles decían que en tantos años lo
teníamos que comprar”, recuerda esta aficionada a las leyes, que sin
saber que nacía una futura abogada, consultó y vio que la ley la
favorecía por haber vivido siempre ahí.
Con ese argumento y su alma de guerrera curtida, la hoy alumna de
Derecho en la Icesi se defendió mientras vendía tamales, empanadas,
bolsas de regalo y pedía plata prestada para evitar que la
expropiaran. Y tuvo tiempo y energía para liderar actividades en
derechos humanos, resolución de conflictos, convivencia y paz para
población juvenil en riesgo desde Asojóvenes. Es decir, candidata
ideal para la beca MV.
Risueña dice que le fue excelente en la entrevista y desde
entonces, en abril, comenzó a llamar todos los días para saber si iba a
ser admitida.
Eran las 5:15 de la tarde de un día de mayo, ella iba por la calle
cuando le timbró el celular y oyó: “Usted ha sido becada por la Icesi”.
Palabras que ella repetía a gritos y las personas que estaban en un
puesto de chance la rodearon y comenzaron a saltar y a corear: “¡¡¡La
becaron en la universidad!!!”.
A sus 29 años, le duele que Patricia, la señora que le habló ese día
en su casa como si fuera de la familia, y le hizo intuir que tendría la
oportunidad que tantas veces se le escapó de las manos, haya muerto así
repentinamente.
Ella como Andrés Camilo, Jennifer, Yeraldin, Diana Sofía y Carlos
Jair llevan seis semanas felices estrenando la beca de la alianza Manos
Visibles-Icesi. Pero hace tres semanas sienten que es como si Patricia
hubiese vivido justo para dejarlos enrutados en el sendero de un mejor
futuro, antes de morir.
Alianza becaria
La educación de jóvenes en zonas de alto riesgo es uno de los
propósitos de la Fundación Manos Visibles (MV), Ong que hizo su primera
convocatoria para brindar becas universitarias a líderes comunitarios a
jóvenes de Medellín con la Eafit y en Cali con la Icesi. En el acuerdo,
MV da el 75% con unos recursos logrados con el BBVA e Icesi, en
calidad de asociado, provee el 25% de la matrícula, dijo su asistente
Carlos Eduardo Ruiz.
Icesi les provee de almuerzo, $140.000 mensuales para el transporte,
les presta los libros durante todo el semestre y les hace un
acompañamiento académico para ver el proceso de adaptación, brindar
apoyo y garantizar la permanencia de los seis becarios, en un acto de
responsabilidad social y académica.
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