Equipos de las 22 comunas de Cali participan en Torneo organizado por MIRA - La Razón

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Se trata de un campeonato que es patrocinado y organizado por el Movimiento Político MIRA en el cual intervienen 22 equipos de fútbol en representación de cada una de las comunas de Cali, cuyos jugadores son sencibilizados en cada jornada,para que sólo le peguen patadas al balón.

Los promotores del campeonato, el Diputado Ramiro Rivera, la ex- Diputada Guillermina Bravo y el ex- Candidato a la Alcadía de Cali, Heyder Gómez, manifestarion que el evento fue diseñado para abrirle un nuevo espacio de diversión a la juventud caleña sin el ambiente de agresividad que domina al rentado nacional.



La censura invisible

La denuncia contra una organización criminal puede tener costos absolutos para los analistas y costos morales y económicos para toda la sociedad.

El crimen es una venganza brutal, pero antes de asesinar a sus enemigos públicos, los narcotraficantes utilizan recursos del bajo mundo como la amenaza, la extorsión y el soborno. Los mafiosos amenazan "con o sin" armas de fuego, extorsionan dentro de convenciones "legales" de la sociedad y sobornan entregando dinero o tierras entre testaferros dispuestos a lamer sus manos. La censura es un mecanismo articulado a estas modalidades criminales, pero tiene características propias.
La censura se manifiesta imponiendo silencio. El analista debe callar acciones y hechos ilegales: narcotráfico, paramilitarismo, juegos de azar, fraude electoral, lavado de activos (en sectores claves como bolsas de valores, inmobiliarias, concesionarias, etcétera); la censura usada por el mafioso opera sobornando a funcionarios del local: autoridades, fuerza pública, políticos, notarios y registradores. Con dinero efectivo o mediante su vinculación a la cadena del narcotráfico, alcaldes, concejales, comandantes y otros; cada uno va cerrando su boca frente al señor que domina la región y/o la ciudad.
Sin embargo, mientras la amenaza contiene expresiones agresivas de comunicación, la censura opera amablemente. Narcos y paramilitares lograron después de los años ochenta explorar ventajas considerables manipulando los medios de opinión, sobre todo en municipios y ciudades pequeñas e intermedias. Bien pagando pautas publicitarias del medio a través de empresas fachadas o usando la intermediación de alcaldes, notarios y organismos del Estado. ¡Pagamos para que nos dejen trabajar! Muchas emisoras locales, propietarios emergentes de periódicos y locutores apostaron manteniendo estas alianzas hasta el presente.
La censura utiliza el soborno. Los mafiosos consiguen el silencio cómplice del periodismo, ninguno se atreve a denunciar los lavados de activos en tierras, el fraude electoral o grandes inversiones en cadenas de la economía local: pescados, avicultura, porcicultura. Las plazas de mercado están plagadas de negocios del narcomenudeo y préstamos cuentagotas. Muchos comerciantes honrados venden barato o escapan desplazados hacia otras ciudades. Nadie denuncia. Con excepción de medios independientes cuando logran desentrañar a estos personajes, como es el caso del periódico El Espectador, Semana o Noticias UNO.
Del mismo modo que el narcotráfico logró establecer una clase política que representara sus intereses, los paramilitares condicionaron los medios de opinión para que ocultaran las masacres y el rostro siniestro de sus autores principales. O bien los medios de mayor influencia los entrevistaron como héroes de la patria: Carlos Castaño, Mancuso y otros. Ahora algunos medios en municipios y ciudades pequeñas renuevan sus coaliciones con estas organizaciones al servicio del crimen dentro de una cadena de favores mutuos. La censura de analistas independientes en pequeños municipios es escandalosa, tanto que las mafias usan las alcaldías para pagar con nominas paralelas a los periodistas.
Cuando la organización criminal es denunciada estructuralmente, es decir, cuando se descubren sus agentes principales, la censura adquiere poderes de alcance siniestro. Entonces los mafiosos sobornan directamente a periodistas ampliamente reconocidos, o bien a políticos que por su pasado sostuvieron negocios ilegales con el narcotráfico. Dentro de los medios estos gamberros denuncian a sus propios colegas, otros analistas. Cumplen para las organizaciones criminales el mismo oficio de Judas. El oráculo de la región se encarga del trabajo sucio de enlodar, calumniar e infamar con nombre propio.
La finalidad de la censura es exponer públicamente al enemigo (analista, opositor o crítico); desde las novelas de Arthur Koetsler, Aleksandr Solzhenitsyn, los enemigos de la organización (Estado o mafia) deben ser ofendidos en público. Un ejército de periodistas de oficio o asistentes busca y rebusca en el pasado del analista. Se trata de conseguir cualquier información que contribuya a esparcir el rumor calumnioso. Y las mentiras a medias se añaden a otras mentiras dentro de una persecución que utiliza medios del mundo del hampa. En La broma, esa extraordinaria novela del escritor checoslovaco Milan Kundera, las calumnias adquieren tanta fuerza que se hacen realidad. El analista, escritor o crítico es mostrado como enemigo del pueblo, del régimen, del sistema y de la misma humanidad.
La otra cara de la censura es la autocensura. En Palmira, por ejemplo, los pocos analistas o periodistas honrados deben mirar hacia otra parte. O bajar de tal manera sus perfiles que terminan describiendo los salones de cine en planetas como Marte o Neptuno. La autocensura les hace tragar sus lenguas por físico miedo. En casos más vergonzosos, la autocensura lleva a los locutores a aplaudir inversiones y contratos de mafiosos reconocidos en la ciudad. El efecto acumulado de todo esto se traduce en un lamentable estado de silencio generalizado. Los mejores hombres muerden sus lenguas. Estos locutores se quedan callados cuando saben quienes son los personajes que manejan préstamos cuentagotas en las plazas de mercado, los casinos y moteles de mala muerte. Prefieren callar para salvar sus vidas.
La censura y la autocensura son medios usados por las organizaciones criminales. Con estos medios compran el silencio de quienes tienen diariamente notable influencia en la sociedad; pero, al hacerlo, condenan a la misma sociedad al señorío del narcotráfico y los tentáculos renovados de quienes son los verdaderos enemigos de toda la sociedad.
Fernando Estrada
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