No han pasado cuatro meses desde que a los habitantes de Brisas del Cauca las lluvias les quitaron el sueño, y hoy, de nuevo, viven con incertidumbre.
"Cuando miramos el río sabemos que la cosa se va a complicar. El vendaval del martes nos advirtió que es hora de poner en lo alto lo poco que nos queda", dice Andrés Olaya, en ese cordón río abajo de Juanchito, donde se confunden viviendas de madera y concreto en las que aún se ve la huella del agua.
Su vecina Hilda Palacios, dice que la mayor inquietud es con los niños, "los estamos criando en medio de la inundación y del barro como a los marranos".
Varios metros más allá, Aladino Mejía, mira incrédulo la máquina que remueve y acomoda la tierra, frente al barrio Alfonso López I, donde las filtraciones del río alarmaron a las autoridades.
Una inyección de mezcla y cemento fue puesta en la base de la estructura del talud para impermeabilizarla y fue retirado un hormiguero. "Están reforzando el jarillón, pero cuando el río se salga no valdrá nada", dice Aladino, quien desde hace cinco años vive sobre el dique.
No son los únicos a los que la nueva temporada invernal preocupa. A un lado del puente 'Manuel María Mallarino', que divide a Cali y Candelaria, Carlos Cifuentes y Guillermo Molina, líderes de La Playita, ven como enfrente, en Juanchito, un muro con sacos de arena y el realce del dique les trajo tranquilidad a sus vecinos, pero para ellos significa que en una creciente el agua cubrirá sus casas.
"Aquí no se ha hecho nada. Para nosotros hablar de invierno es un dolor de cabeza. El agua se mete a las casas, trae enfermedades y debemos salir corriendo", dice Molina.
En La Playita la comunidad pide la presencia del Alcalde para un compromiso real que alivie a unas 600 familias. Ni siquiera, denuncia Cifuentes, les han llegado los 1,5 millones que en diciembre prometió Presidencia para pasar el trago amargo de la Navidad.
"Que el Plan de Desarrollo nos considere. Se supone que habrá capítulo del jarillón y esperamos que nos incluya", anota Molina. Lo último sería la reubicación.
Y es que a lo largo de los 17 kilómetros del jarillón que protege a la ciudad de las arremetidas del Cauca los asentamientos subnormales son la principal problemática. Unas 12.000 mil personas viven en en esta franja que protege a 10 comunas y unos 700.000 habitantes del oriente caleño.
El personero Andrés Santamaría alertó sobre la necesidad de reubicar asentamientos, pues de lo contrario las obras no resultarán. Llamó la atención de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (Cvc) sobre el mantenimiento del dique y el lento avance de obras.
Pero José Prada, director de Gestión Ambiental de la Cvc, reseña que hace unos meses se trabaja con el Municipio en el jarillón. En el oriente se ha trabajado en puntos de mayor riesgo. Se cerró una escombrera con alto riesgo de deslizamiento y se trabajó en la impermeabilización del tramo donde se detectó la filtración del río, así mismo en el fortalecimiento de un kilómetro.
"Esos trabajos avanzan en un 70 por ciento", dice.
"En lo fundamental para proteger a Cali las obras están casi terminadas", anota Prada, quien destaca que en esta misión, en la que también hay recursos propios de la Cvc, quedan estudios geotécnicos y geofísicos que permiten tomar decisiones.
En la zona de Puente del Comercio se trabaja en la ampliación del cauce del Cauca.
Brisas del Nuevo Amanecer, en Desepaz, de donde salieron 890 familias el año pasado, era el punto más crítico porque fue roto el dique para pasar tubería.
"Contamos con una herramienta para avanzar en lo que falta. El jarillón tiene 17 kilómetros en Cali y es claro que hay cosas por hacer, y en la medida en que tengamos claridad técnica le vamos a apuntar con mayor efectividad a los obras", anota Prada.
Comerciantes y habitantes de Juanchito acudieron a acciones legales porque consideran que los han perjudicado la ausencia de obras río arriba y el manejo de las aguas, aparte de la no aplicación de un Conpes del 2009.
Mientras tanto, en barrios del norte como Los Álamos y Floralia esperan obras contra inundaciones. En El Caney e Ingenio no se quieren ver anegados por crecientes del río Meléndez. En el kilómetro 9 de la vía a La Buitrera esperan hace un año que se frene el riesgo de un derrumbe.